Como lo dijo en campaña, Trump anuncia la mayor bajada de impuestos en la historia de EEUU, con 20 puntos menos para las empresas

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Fiel a su estilo, el Gobierno de Donald Trump anunció ayer una ambiciosa reforma fiscal que sigue casi punto por punto sus promesas electorales, es parca en detalles, y es una clara apuesta por la llamada Economía de la Oferta, que popularizada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y que defiende el recorte de los impuestos a los contribuyentes más ricos y al capital, en detrimento del factor trabajo y de las rentas medias y bajas.También, como suele ser habitual en los 98 días que han pasado desde que Trump llegó a la Casa Blanca, la reforma tiene pocas posibilidades de salir adelante. La oposición demócrata se opone a ella porque cree que no beneficia al ciudadano normal. Y muchos de los correligionarios republicanos del presidente la rechazan porque estiman que su puesta en práctica crearía un enorme boquete en las cuentas públicas.

Trump quiere bajar los impuestos aunque dispare el déficit

El plan, que fue anunciado por el secretario del Tesoro y el presidente del Consejo de Asesores Económicos de Trump, Steven Mnuchin y Gary Cohn, respectivamente, no explica cómo se va a compensar la caída de la recaudación, salvo por medio de la teoría de que, con menos impuestos, la actividad económica va a crecer más, y, por tanto, los ingresos fiscales subirán, aunque los impuestos sean más bajos.

Es la teoría basada en la llamada Curva de Laffer, en referencia al economista Arthur Laffer, que la dibujó en una servilleta en una cena en 1974. La validez de esa teoría queda demostrada por el hecho de que en ocho años Ronald Reagan duplicó el déficit y triplicó la deuda pública de EEUU.Los ejes del plan son tres. El que está acaparando más atención es el recorte del Impuesto de Sociedades, de un tipo del 35% actual al 15%. Eso dejaría a EEUU por debajo de todas las grandes economías industrializadas, y muy cerca de, por ejemplo, Irlanda, cuyo tipo mínimo es del 12,5%.

Al mismo tiempo, Trump cumpliría su promesa de establecer una especie de vacaciones fiscales para que las empresas estadounidenses puedan repatriar sus beneficios obtenidos en el extranjero.Las 50 mayores empresas de EEUU tienen 1,6 billones de dólares (1,5 billones de euros) en paraísos fiscales, que no quieren llevar a EEUU porque deberían pagar un 35% de impuestos. Con el plan de Trump, ese tipo caería al 10%, lo que significa una tremenda ayuda para esas compañías, muchas de las cuales no han pagado impuestos en los países en los que han obtenido esos beneficios debido al uso de todo tipo de prácticas legales de elusión fiscal. Esos fondos, además, serían destinados mayoritariamente al pago de dividendos y a la recompra de acciones por las propias empresas para elevar el valor de éstas, como ya pasó cuando se puso en práctica una medida similar en 2005.

La perspectiva de ese regalo a los inversores es precisamente una de las razones que explican la subida de Wall Street desde la victoria de Trump, en noviembre, hasta marzo.No acaban ahí las reformas fiscales propuestas para las empresas. El plan prevé el cambio del régimen fiscal estadounidense, de modo que las cantidades pagadas en concepto de Impuesto de Sociedades en el extranjero puedan ser desgravadas del Impuesto de Sociedades estadounidense. En la actualidad, las empresas estadounidenses que ganan dinero en el extranjero tienen que pagar impuestos en el país en el que han tenido la ganancia y en EEUU. Es una reliquia de la época anterior a la globalización, cuando el mercado doméstico era el más importante para las corporaciones del país.

La segunda pata del plan de Trump afecta al IRPF, cuyos tramos pretende recortar de 7 a 3, con tipos más bajos que los actuales, del 10%, el 25%, y el 33%. También incluye una subida de la base mínima imponible, y una serie de deducciones para personas con hijos pequeños, algo que ha sido atribuido a la insistencia de Ivanka Trump, la hija del presidente, en ayudar a las mujeres que están en el mercado laboral.Aparte, Trump eliminará una serie de deducciones que benefician sobre todo a los contribuyentes en estados con impuestos más altos, como Nueva York y New Jersey, y también acabará con un extra del 3,8% en las inversiones financieras de los contribuyentes más ricos con el que se financia el acceso de las personas de ingresos más bajos al sistema de salud público-privada conocido como Medicaid. Esta última medida es un intento de privar de fondos a la reforma sanitaria de Obama – el llamado Obamacare – como paso previo a su desmantelamiento.

Finalmente, el plan prevé una drástica reducción de la fiscalidad de un amplio número de sociedades, desde empresas unipersonales a vehículos de inversión, que ahora contribuyen por medio del IRPF, y que pasarán a hacerlo por el Impuesto de Sociedades. Es decir: su tipo máximo irá del 39,6% actual al 15%. Es una gran ayuda para pequeños empresarios y propietarios de pequeños negocios, y también para gestores de hedge funds y promotores inmobiliarios. Entre ellos, el propio Donald Trump, sus hijos, y su yerno.