Hipólito no es ejemplo de corrupción

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Periodista Juan Taveras Hernandez, Juan TH

No creo haya sido casual la pancarta con la imagen de Hipólito Mejía durante la marcha verde de Santiago, su ciudad natal, presentándolo como un símbolo de la corrupción y la impunidad que corroe la sociedad dominicana. Es un golpe bajo.

Hipólito podrá ser cualquier cosa, menos ladrón. El país lo sabe.

Ese acto reprochable y canallesco no fue accidental, ni espontáneo. No lo hizo un loco, ni un fanático. Estuvo bien calculado por determinados grupos que accionan dentro y fuera del PRM, que procuran inhabilitarlo para no sea candidato presidencial, a lo que tiene legítimo derecho de acuerdo con los estatutos del partido y la Constitución de la República.
Como no es medallita de oro, un dólar o un barril de petróleo, como se equivoca y comete errores porque no es perfecto, como no lo es nadie, es posible que a muchos o a pocos, no les agrade Hipólito, porque está viejo, porque es calvo, porque no le gusta como habla, porque come arroz con frijoles, etc. Pero de ahí a ligarlo con ladrones o narcotráfico, es el colmo de la maledicencia, la infamia y la injuria.

Aclaro que descarto toda posibilidad de que Luis Abinader, su principal contendor, forme parte de algo similar; no lo creo capaz; primero por respeto a su condición de ex presidente, fundador junto con él de ese parido, por amistad y familiaridad, y segundo, porque, sea quien sea de los dos el nominado para el cargo, necesitará el apoyo del otro para poder triunfar.

Ningún ex presidente de la República, ningún dirigente político que haya pasado por el Estado ha sido tan enfático en rechazar cualquier vínculo con la corrupción como lo ha hecho Hipólito.

“La lucha contra la corrupción siempre ha sido parte fundamental de mis posiciones políticas. Para muchos, la causa por la que no pude alcanzar la victoria en las elecciones del 2012 fue mi posición intransigente ante ese flagelo y mi actitud de no hacer concesiones a quienes perseguían un pacto de impunidad”, dijo el ex mandatario. Fui testigo de los intentos de pactar otro “borrón y cuenta nueva”, pero Hipólito siempre se opuso con rabia a pesar de las críticas de muchos de sus compañeros del comando de campaña y de algunos estrategas.

Como el candidato insistía en meter preso a los ladrones, obligó al grupo en el poder del PLD a brindarle su respaldo a Danilo Medina, creando un déficit de 200 mil millones de pesos que el pueblo debió pagar, y así evitar la cárcel.

Fue Hipólito que hizo de la corrupción un tema de campaña. Nadie más. Desoyendo incluso los consejos de quienes le decían que era un error.

Fue Hipólito –la gente lo ha olvidado- quien sometió a la justicia y envió a la cárcel a funcionarios del gobierno de Leonel como Félix Bautista, Diandino Peña, Haivanjoe NG Cortinas, Simón Lizardo y Luis Inchausti, entre otros.

Hipólito pagó un precio muy alto, tanto que le costó la presidencia, por encarar la crisis bancaria sometiendo a la justicia y encarcelando a los responsables. En el caso de Bienes Nacionales, por ejemplo, cuando se denunciaron actos de corrupción también lo hizo responsablemente.

Ahora bien, ¿hubo corrupción en el gobierno de Hipólito Mejía? ¡Sí!

¿Hipólito Mejía es corrupto? ¡No! ¡El país lo sabe!

Al rechazar cualquier vínculo mafioso con Odebrecht, Hipólito habló como nadie lo ha hecho: “Reto a cualquier persona que, si puede demostrar de manera cierta y veraz, que en el ejercicio de mis funciones públicas o en mis actividades privadas, tanto mi esposa, mi hermana y mis hijos, como yo, cometimos algún acto de corrupción, estaría en disposición de retirarme de la vida política y entregar mi patrimonio al Estado”. (Nadie aceptó el reto, ni siquiera los que se ocultan tras la pancarta de Santiago, ni sus más enconados enemigos)

Nadie, en la historia política contemporánea del país, ha hablado en esos términos. Y dudo que alguien que haya sido secretario de Estado o presidente de la República, pueda hacerlo. Hipólito no es un ejemplo de corrupción, su práctica social ha sido honesta en el manejo de los fondos públicos.