RD Herald. – Uno de los aspectos en los que muchas personas de mi generación —y no solo de ella— coinciden, es en la solidez de la formación académica primaria e intermedia durante las décadas de 1950, 1960 y 1970. En esa época se cumplía rigurosamente con el precepto de que los estudios primarios, del primero al sexto grado, eran obligatorios por ley, y se completaban con los grados intermedios, séptimo y octavo. Una de las características más destacadas de ese sistema educativo era el orden y la disciplina que imperaban en los planteles escolares.
Particularmente en las escuelas públicas, existía la figura del Inspector de Educación, quien asistía periódicamente a los centros para supervisarlos. En La Vega, recuerdo especialmente a don Tadeo Álvarez —hermano de doña Antonia Álvarez, directora de la escuela República de Panamá—, al señor Peignan y a don Federico Estrella desempeñando esa función. El anuncio de la visita del inspector generaba un esfuerzo extra de limpieza en el plantel. Recuerdo con claridad a la conserje Amalia, esposa de Coco —quien vendía helados en cuadritos, maní y melcocha—, preparando todo con esmero para esa ocasión. El inspector tenía incluso el derecho de hacer preguntas espontáneas a los estudiantes.
No se puede pasar por alto el profundo sentido de responsabilidad de los docentes, ni el gran respeto que les profesaban tanto los alumnos como sus padres. El año escolar comenzaba a mediados de septiembre para los niveles de primaria e intermedia, y a principios de octubre para la secundaria. Las vacaciones navideñas iniciaban el 23 de diciembre, coincidiendo con el Día del Niño, y las clases se reanudaban el 7 de enero. Las vacaciones de verano comenzaban el 30 de junio, Día del Maestro. Durante Semana Santa, el asueto abarcaba toda la semana, y el lunes siguiente ya se regresaba a clases.
Las jornadas escolares comenzaban puntualmente a las 8:00 a. m., cuando todos los alumnos, debidamente uniformados con ropa de color caqui, se formaban junto a sus profesores en la explanada del plantel para entonar el Canto a la Patria mientras se izaba la bandera tricolor. La tanda matutina finalizaba a las 12:30 p. m., mientras que la jornada vespertina iba de 2:00 p. m. a 5:00 p. m. En aquel entonces, el término “huelga de maestros” sencillamente no existía. Era una época verdaderamente inolvidable.
Durante las horas de clase se impartían materias académicas obligatorias, y en los niveles de primaria e intermedia cada profesor era responsable de todas las asignaturas del curso. Los viernes, después del recreo de media mañana, nos reuníamos en el salón de actos para participar en actividades artísticas donde los protagonistas eran los propios estudiantes, mostrando sus habilidades en canto, baile, interpretación de instrumentos o declamación de poesías.
El desayuno escolar era muy esperado por todos, destacando especialmente la inolvidable botella de chocolate Trópico, con su famoso eslogan: “De la mata a la botella”. Además, dos veces al mes, los varones asistíamos a clases de electricidad, carpintería, repujado y encuadernación dentro del área de Artes Manuales, mientras que las niñas recibían clases de Economía Doméstica, donde aprendían cocina, repostería y costura.
Tras el ajusticiamiento de Rafael Trujillo, ocurrido la noche del martes 30 de mayo de 1961, la educación dominicana dio un giro importante. Se permitió la formación de grupos estudiantiles, principalmente de ideología izquierdista, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), y surgieron réplicas de estos movimientos en los liceos públicos. La palabra “movilización” se puso de moda como forma de protesta para exigir reivindicaciones, muchas veces con violencia. Estos actos frecuentemente terminaban en enfrentamientos con la Policía, resultando estudiantes detenidos, golpeados, heridos e incluso muertos.
A raíz de la creciente preocupación de muchos padres por la seguridad física de sus hijos y por garantizar una formación académica de alto nivel, en el año 1962 se fundó en Santiago la Universidad Católica Madre y Maestra (UCMM), dando paso a una nueva etapa en la educación superior del país.