Los reconstituyentes fueron de los recursos más utilizados por las madres que no querían tener un muchacho “flaquindé” en la casa, o para fortalecer la afectada materia gris por los esfuerzos del hijo que se “quemaba” las pestañas y las neuronas estudiando, principalmente en época de exámenes.
Escarbando en el baúl de los recuerdos mentales, encontramos nombres de medicamentos que adornan páginas ya olvidadas… y uno que otro de no muy grata recordación infantil. Apunten, pero no disparen:
- Nada mejor para la memoria que la Nervocerebrina y la Fitina, ambas usadas como vitaminas para el cerebro. Para revitalizar, estaba el famoso Ceregumil, tónico que hoy viene en diferentes presentaciones.
- El Neurofosfato Sky, la Emulsión de Scott, la Emulsión de Keppler, el Wampole, el temido aceite de hígado de bacalao (hoy disfrazado con sabores), la yema de huevo criollo aderezada con Vino Sansón, la Malta Lowenbrau (alemana), la Malta Morena —en ocasiones con leche condensada— y el Fortymalt (un brazo de poder en cada cucharada), completaban el menú reconstructivo de niños, jóvenes, parturientas y convalecientes.
- El mercurocromo, al igual que el mentiole y el yodo, se aplicaban soplando el área afectada para reducir la picazón. Eran de uso obligado en cortaduras y “guayazos”.
- Para los golpes y la hinchazón: Antiflogistina. Para huesos rotos: la mítica Cataplasma. El Parche Poroso y el Salompas eran para dolores musculares, articulares y, sobre todo, para los temidos “vientos”.
- El Mentholatum, de uso amplísimo, fue reemplazado por el Vick VapoRub, con su tubito inhalador para descongestionar. También estaban el Mentol Davis, el bálsamo chino Ponchun, el Bengue y el ungüento La Flecha.
- Las legendarias pastillas Valda —verdes, azucaradas, con forma extraña—, el Aspergum y las Orlenta eran para la garganta.
- La Vitapirena, como té antigripal, y la famosa “bola de golpes” para magulladuras.
- El Mejoral y su versión infantil, el Mejoralito, servían para fiebre y dolores, hasta ser desplazados por la aspirina y la Cafiaspirina.
- El infalible sancochito para sacar el catarro del pecho.
- El Caladryl, la pomada de vaca, el cebo de Flande y el de ovejo para la urticaria.
- El aceite de higuereta con café, el de tiburón, de culebra, de castor y el de ricino. Todos con sabor desagradable, pero mano santa para la gripe. No olvidemos la Ipesandrina.
- El Novaldin, para el dolor de cabeza, y el colirio Eye-Mo para los ojos irritados.
- Para los que “sufrían de nervios”, se usaban la Bellergal y la Pasiflorina, tranquilizantes no sedantes. Para la papera: la Belladona. Más adelante llegaron el Librium, el Valium, y con ellos los términos “patinarle el coco”, “arrebatao” y “loco manso”.
- Para las “jarturas apoteósicas”: sal de Borax, Uvas Picot, sal de frutas Eno, similares al clásico bicarbonato de sodio.
- Las píldoras de vida de Reuter y las del Dr. Ross, bajo el lema “chiquitas pero cumplidoras”, ayudaban a combatir la resistencia intestinal. Fueron luego reemplazadas por el Padrax en polvo (con sabor a chocolate).
- Para la dentición infantil: el Cordial de Monell, seguido de la Benzocaína y el Corilin.
- Contra las lombrices: la cañafístola, el Tiro Seguro, la leche de coco con sen y el Exlax (también con sabor a chocolate).
- La Leche de Magnesia Phillips era multifacética: para el salpullido, como desodorante para sobacos laboriosos o rebeldes, y para las quemaduras, especialmente solares.
- La Espuelita y la esencia de clavo dulce para los orzuelos.
- El Compuesto Vegetal de la Sra. Muller y el de Lidia Pinkham eran el alivio para las menstruaciones dolorosas. Para los abuelitos: el legendario KH3.
Todos eran fabricados en laboratorios, y habian otros quizas mas efectivos: «los que preparaba la abuela», si recuerda alguno de esos, por favor dejenoslo anotado en los comentarios.
Y recuerde, como decía Homero León Díaz:
Brugal o no tomar, Morey vende barato, Mejor mejora Mejoral… y tome Breacol y deje de toser».
¡Hasta una próxima entrega sabatina!