El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha destituido al director del FBI, James Comey, después de que la web de periodismo de investigación ProPublica desvelara que este último había mentido al Senado y exagerado la gravedad de los riesgos para la seguridad nacional de EEUU del uso por Hillary Clinton de su correo electrónico.
Pero, para la oposición demócrata, no es más que un intento de obstrucción a la Justicia. Según esa tesis, lo que Trump ha hecho es aniquilar al máximo responsable de la investigación entre su campaña y el Gobierno ruso. El senador demócrata Bob Casey ha calificado de nixoniana la decisión, en referencia a la llamada Masacre del Sábado Noche de 1973, cuando el entonces presidente, Richard Nixon, destituyó al fiscal especial del caso Watergate, un escándalo de espionaje a la oposición por el que tuvo que dimitir de la presidencia 9 meses más tarde.
La decisión de Trump es sorprendente porque el presidente ha elogiado públicamente a Comey. También porque el actual jefe del Estado y del Gobierno de EEUU no ha destacado precisamente por su deseo de llegar a acuerdos con la oposición ni con el Congreso. Por tanto, el hecho de que haya liquidado de un plumazo a la persona que dirige la investigación sobre sus vínculos con Rusia ha desatado una tormenta política. A eso se suma el más que notable silencio del Partido Republicano ante la decisión.
Hasta la fecha, los republicanos del Congreso han tratado de bloqueado toda la investigación sobre las relaciones entre Trump y Rusia. La clave de la decisión de Trump es la intervención, de carácter rutinario, de Comey, la semana pasada, ante el Comité de Asuntos Judiciales del Senado, en la que los legisladores le preguntaron sobre los dos grandes escándalos con los que el FBI ha ocupado los titulares en el último año: el uso por Hillary Clinton de un servidor de correo electrónico privado cuando era secretaria de Estado, y la presunta intervención de Rusia en favor de Rusia en la campaña electoral de 2016.
Y ahí fue donde Comey cavó su tumba. El ya ex director del FBI dijo que su controvertida decisión de reabrir la investigación de los emails de Clinton, el 28 de octubre pasado, cuando apenas quedaban 12 días para las elecciones, se debió a que habían aparecido cientos y miles de emails de la candidata en el ordenador del ex congresista demócrata Anthony Weiner. La relación entre Weiner y Hillary está en que la esposa del congresista -aunque están separados- es Huma Abedin, la mano derecha y confidente de Clinton. Así pues, Abedin habría reenviado esos cientos y miles de correos de Clinton a su marido, que está siendo objeto de una investigación separada por presuntas relaciones con una menor. Entre esos mensajes había 12 documentos con información clasificada, según dijo Comey. El ex director del FBI declaró que Abedin parece haber tenido el hábito de reenviarle emails [a Weiner] para que éste se los imprimiera.
Sin embargo, el FBI informó ayer, después de que la web de periodismo de investigación ProPublica lo desvelara, que la cantidad de correos que Abedin reenvió a Weiner era muy pequeña. La prensa estadounidense especula con unas pocas decenas de emails, entre los que solo dos -no 12, como dijo Comey- tienen información reservada, según el FBI. Hillary Clinton ha acusado a Comey de haber jugado un papel clave en la victoria de Donald Trump ese 28 de octubre. No solo por haber reabierto la investigación, sino por haber informado al Congreso de su decisión.
Apenas una semana después de anunciar la nueva línea de pesquisas, el FBI cerró la investigación de los emails de Clinton al ordenador de Weiner, alegando que no había encontrado nada sospechoso. Para entonces, Clinton ya había caído en las encuestas, y el rebote que se produjo después de su exoneración por el FBI no fue suficiente para que ganara unas elecciones en las que obtuvo tres millones de votos más que el vencedor, Donald Trump. La semana pasada, Comey declaró que le produce náuseas la idea de que el FBI haya podido haber influido en las elecciones con su gestión de los emails de Clinton.
Comey es republicano, pero durante el Gobierno de George W. Bush dio muestras de una enorme independencia al bloquear, en una surrealista escena en el Hospital de la Universidad George Washington, una directiva del Departamento de Justicia de EEUU que permitía llevar a cabo un espionaje masivo y extrajudicial de los ciudadanos del país. El debate desembocó en una pelea a gritos entre Bush, Alberto Gonzales, que quería llevar a cabo ese espionaje, y Comey, que era el número dos del FBI y se oponía. Todo ello en la habitación del Hospital en la que el fiscal general -cargo equivalente al de secretario de Justicia- , John Ashcroft, se reponía de una operación de vesícula.
Gonzales trató de hacer que Ashcroft, que apenas estaba consciente, firmara la norma, mientras Comey, que había llegado al Hospital en un coche-patrulla de la policía con todas las luces y sirenas encendidas, se opuso. Al final, Ashcroft se negó a estampar su firma en el documento, por lo que el Gonzales nunca perdonó al entonces número dos del FBI.Las declaraciones de la semana pasada de Comey en el Comité de Asuntos Judiciales fueron usadas anteayer por los republicanos para distraer la atención sobre las relaciones entre el es consejero de Seguridad Nacional de Donald Trump, el general retirado Michael Flynn, y el embajador de Rusia, Sergei Kislyak.
Los senadores republicanos -y en particular Ted Cruz, que compitió por Trump por la nominación republicana a las elecciones de 2016-, se basaron en el supuesto -y, según sabemos ahora, inexistente- reenvío de emails de Abedin a Weiner para tratar de crear la impresión de que los demócratas están filtrando información clasificada y que la gestión de la información confidencial fue mucho peor en el Gobierno de Obama que en el de Trump. Al anunciar el cese de Comey, Trump ha declarado que «el FBI es una de las instituciones más valoradas y respetadas de nuestra nación y hoy es un un nuevo comienzo» para la organización. Según Trump, «es esencial que encontremos un nuevo liderazgo para el FBI que restaure la confianza pública y en esta misión vital».