El Caballo Mayor, Johnny Ventura, inmortalizó en merengue unas líneas que dicen:
Ahora me recuerdo yo
de cuando era chiquitico,
reunidos allá en la esquina
cantábamos este jueguito:
Musa, tataramusa,
Bolsillo pelao,
Siempre ta guillao…
Esa estrofa sirve hoy de musa e inspiración para nuestra entrega sabatina, con la esperanza de que despierte en ustedes gratos recuerdos.
¿Te acuerdas de…?
- Aquel tiempo cuando las decisiones importantes se resolvían con un simple “Tin Marín de dos pingüé, Cúcara mácara títere fue…”.
- Cuando todo se podía detener con un inocente “¡Ya no juego más!”.
- Cuando los errores se arreglaban diciendo: “¡Esa no se vale, otra vez!”.
- Cuando tener dinero solo significaba comprar un paquete de maní con melcocha… y quizás un yun-yun en el recreo.
- Cuando hacer un castillo de arena podía mantenernos felices durante toda una tarde.
- Cuando descubríamos nuestras habilidades gracias a un “¿A que no te atreves?”.
- Cuando la frase “El último que se queda es un bobo” nos hacía correr sin parar hasta que sentíamos que el corazón se nos salía del pecho.
- Cuando una vejiga llena de agua era el arma más poderosa y moderna jamás inventada.
- Cuando la palabra “guerra” significaba apenas arrojar tizas, bolas de papel o cáscaras de naranja con una gomita en el recreo.
- Cuando una de las mayores desilusiones era ser elegido de los últimos en los equipos de deporte de la escuela.
- Cuando ganarse un helado era el premio más grande que podían darnos nuestros padres.
- Cuando quitarle las rueditas traseras a la bicicleta era un gran paso en la vida.
- Cuando el negocio del siglo era cambiar postalitas repetidas por aquellas tan buscadas.
- Cuando el domingo en la tarde era esperado con ansias para ir al matiné.
- Cuando una camisa o una toalla en forma de capa nos hacía sentir Superman, El Zorro o Batman.
- Cuando la felicidad cabía en una simple pelota, una muñeca y un par de amigos.
- Cuando bañarse en un aguacero no enfermaba.
- Cuando beber agua de la llave no hacía daño.
- Cuando llenábamos la boca para soltar un sonoro “¡Gofio!” en la cara del amiguito.
- Cuando las tardes bajo un árbol, hablando de cualquier cosa, no conocían la palabra “drogas”.
¡Oh, niñez de mis recuerdos!
Eran tiempos más simples, donde la alegría estaba en los detalles y la imaginación era suficiente para llenar de magia cada día.
Hasta una próxima entrega sabatina.