Estos serán los cuatro años más largos de nuestras vidas (2016-2020) al tener que soportar, a menos que las circunstancias determinen otra cosa, un gobierno que, con apenas seis meses de instalado, parece más viejo que Matusalén, que según la Biblia, vivió 969 años.
El 16 de agosto del año pasado, cuando la Asamblea Nacional instaló a Danilo Medina como mandatario por segundo período consecutivo, parecía viejo. El acto en sí mismo era viejo, los presentes, incluyendo a los honorables legisladores eran viejos. Nada nuevo, nada joven, ningún cambió.
El gobierno siguió siendo el mismo en todos los sentidos: El mismo presidente leyendo un discurso viejo y largo, la misma vicepresidente, los mismos congresistas en su mayoría, los mismos funcionarios aplaudiendo sin querer. El mismo señor del Banco Central, la misma Junta Monetaria. Hasta el discurso de toma de posesión del presidente parecía escrito hace 20 años cuando el Partido de la Liberación Dominicana llegó al poder por primera vez en el 1996.
La República Dominicana es un país joven gobernado por viejos, no por la edad biológica del mandatario y sus funcionarios, sino, por las viejas ideas conservadoras y atrasadas propias del siglo pasado, con los mismos vicios, el mismo modelo fracasado y caduco.
Si el gobierno pasado fue malo, endeudando el país como ningún otro en la historia, tomando préstamos para pagar préstamos y mantener la estabilidad cambiaria y el crecimiento ficticio de la economía, con la delincuencia y la criminalidad aumentando todos los días sin control, al igual que la corrupción, el que comenzó hace seis meses promete ser peor. ¿Peor?, se preguntarán los lectores. ¡Sí, peor!
El escándalo de Odebrecht, que admitió haber pagado 92 millones de dólares en sobornos para poder sobrevaluar las obras luego de haber financiado las campañas electorales del presidente Danilo, como afirman medios locales y extranjeros, sin que nadie haya sido señalado ni sometido a la justicia y menos encarcelado, evidencia el rumbo del gobierno en materia de corrupción y de impunidad.
Es cierto que el poder absoluto corrompe absolutamente. El PLD, que otrora predicaba valores éticos y morales criticando y condenando la corrupción, es hoy el partido más corrupto de toda la historia democrática del país. Solo hay que ver como vivían antes, cuando eran “felices e indocumentados” y como viven ahora.
(El pueblo dominicano debe estar seguro de que, si el PLD llega al gobierno, ningún peledeísta se hará rico con el dinero del pueblo, aseguró una vez su ex profesor y ex líder Juan Bosch. La historia es reciente. Todos la conocemos)
Dada la vejez y el cansancio que demuestra el presidente, a pesar de las visitas sorpresa que ya no sorprenden a nadie y que no resuelven los problemas fundamentales del pueblo, la imagen de Danilo se deteriora meteóricamente. Su base de sustentación política parece erosionarse. (Solo hay que ver, con sorpresa, las declaraciones un tanto desaforadas de Felucho Jiménez, prominente miembro del Comité Político, así como de Fernando Fernández del Comité Central, entre otros)
¡Y todavía no es nada! Los problemas en el PLD apenas comienzan con los conflictos de intereses y las aspiraciones de sus principales dirigentes que desean ser parte de “la fábrica de presidentes”, reclamaran un lugar en la tómbola del trono presidencial, sabiendo que Danilo constitucionalmente está impedido de postularse. Y aunque lo intentara terminará fracasará.
La Era del PLD parece terminará en el 2020, si es que el gobierno termina su ciclo constitucional de cuatro años. ¡Y ni un día más!
PD: Si yo fuera Danilo, cosa que nunca seré, hiciera un gobierno nuevo, con jóvenes emprendedores, honestos y vocación de servicio social que los hay en el PLD y en la sociedad. Rompería con las ataduras del pasado. Eliminaría los grupos mafiosos dentro y fuera del gobierno y permitiría que el Ministerio Público actuara libremente contra la corrupción. De ese modo pasaría a la historia favorablemente borrando lo mal que lo ha hecho hasta el momento. ¡Eso haría si yo fuera Danilo!
Juan TH: periodista y abogado. Reside en Santo Domingo