Santo Domingo, RD Herald. – La historia reciente de Haití es una espiral marcada por gobiernos frágiles, inestabilidad crónica y una sucesión de crisis que no han encontrado solución desde la caída de los Duvalier. En este contexto, surge una figura polémica y temida: Jimmy Chérizier, alias Barbecue, un exoficial policial que ha logrado imponer un control territorial más firme que el mismo Estado haitiano.
Muchos sectores internacionales lo ven como un criminal; sin embargo, en las zonas que domina su coalición armada —conocida como Viv Ansanm— reina una calma relativa, comparada con el caos del resto del país. Calles sin tiroteos, negocios abiertos, y comunidades que, aunque intimidadas, viven con menos miedo que bajo el desgobierno de facto.
La pregunta se impone: ¿Puede un dictador traer estabilidad a Haití?
Durante décadas, Haití ha oscilado entre el autoritarismo férreo —como el de François y Jean-Claude Duvalier— y la democracia fallida. Gobiernos con vocación democrática como el de Jovenel Moïse, aunque electos, fueron incapaces de gobernar. Moïse fue asesinado sin que se haya hecho justicia ni esclarecido el magnicidio, un reflejo claro de la debilidad institucional.
Muchos haitianos, cansados de la violencia indiscriminada y la anarquía, empiezan a ver con resignación que la única autoridad real es la impuesta por las armas. Esto no es un fenómeno nuevo: en contextos donde el Estado colapsa, las figuras fuertes —sean caudillos, señores de la guerra o dictadores— llenan el vacío de poder. Lamentablemente, en Haití, esa figura parece ser Barbecue.
La Biblia recuerda que “el pueblo sin visión perece”, pero también enseña que Dios levanta líderes en tiempos de crisis. El problema no es solo el liderazgo, sino el corazón del pueblo. Como se ha dicho, los pueblos tienen los gobiernos que merecen, y si Haití no decide unirse por un bien común, seguirá atrapado en un ciclo de traiciones, intereses personales y violencia sin fin.
El futuro de Haití sigue siendo una incógnita. Pero lo cierto es que, ante la ausencia de un Estado funcional, la ley de la selva sigue gobernando… y en esa jungla, Barbecue ha demostrado ser el más temido y, paradójicamente, el más “efectivo”.