Altas y bajas de la presidencia de Donald Trump a un mes de su mandato como presidente de EU

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Un mes después de la ceremonia de investidura, un tramo de la avenida Pensilvania frente a la Casa Blanca habitada por Donald Trump sigue siendo un casco de seguridad. Todavía hay esqueletos de los retenes instalados el mes pasado. En otras partes se ven tablas apiladas y cables amontonados ocultos dentro de rejas de metal torcidas.

El desorden fuera de la puerta del presidente, aunque no es su culpa, parece una metáfora de la agitación que sigue aconteciendo en su interior.

Con cuatro semanas en el gobierno, el hombre que asegura haber heredado «un desastre» dentro y fuera del país encabeza una Casa Blanca que es descrita por muchos como un desastre en sí misma.

A un ritmo impresionante, Trump ha irritado a líderes mundiales y frustrado aliados. Recibió un golpe legal en una de sus emblemáticas políticas. Perdió a su asesor de seguridad nacional y a su nominado como secretario del Trabajo debido a escándalos. Ha visto a fuerzas dentro de su propio gobierno pelear contra sus políticas y la filtración de información confidencial.

Todo esto ha sucedido en medio de un constante goteo de revelaciones sobre investigaciones del FBI en torno a los contactos de su campaña con autoridades de inteligencia de Rusia.

Trump asegura que su gobierno funciona como una «máquina bien aceitada». Habla de las ganancias en el mercado bursátil y de la devoción de sus todavía leales partidarios como evidencia de que todo está bien, aunque sus niveles de aprobación son mucho más bajos que los de otros presidentes estadounidenses en sus primeras semanas de gobierno.

Aguijoneado por las críticas incesantes, Trump las descalifica diciendo que son «noticias falsas» entregadas por «el enemigo de la gente», es decir la prensa. Las denuncias diarias contra los medios son solo uno de los nuevos hábitos a los que los estadounidenses se están acostumbrando.

Casi todos los días comienzan (y terminan) con tuits presidenciales que tocan casi cualquier cosa, desde hablar de los noticiarios de televisión, hasta promocionar próximos eventos o insultar a la prensa.

En algún momento del día, se cuenta con Trump para recordar la maravillosa derrota de Hillary Clinton en las elecciones de noviembre y muy posiblemente exagere sus márgenes de apoyo. También hay que esperar más denuncias de la prensa «deshonesta» y sus «noticias falsas».

Desde ahí, las cosas pueden tomar rumbos inesperados mientras Trump ofrece pronunciamientos en política o hace comentarios improvisados que dejan incluso a los colaboradores en la Casa Blanca pasando apuros para interpretarlos.

Los días de Trump son atareados. Afuera, hay grupos listos para las «sesiones de escucha». Líderes extranjeros llaman o llegan de visita o en su caso, las cancelan, como hizo el presidente de México en respuesta a las diferencias por el muro que Trump desea construir en la frontera común.

En política exterior, Trump ofreció hace unos días un pronunciamiento enigmático sobre el conflicto israelí-palestino: «Estoy viendo dos estados y un estado, y me gusta el que le gusta a ambos partidos. Puedo vivir con uno u otro». Su embajadora en Naciones Unidas, Nikki Haley, dijo al día siguiente que «nosotros apoyamos absolutamente la solución de dos estados». De hecho, esa ha sido la postura de Washington desde hace años.

Después de que el mandatario estadounidense firmó más de una veintena de acciones ejecutivas, la Casa Blanca estaba esperando una orden urgente más de bolígrafos enchapados en oro, como le gustan al presidente.

Trump regala los bolígrafos como recuerdos después de las ceremonias donde firma decretos que pone como evidencia de su ritmo ambicioso.

«Este último mes ha representado un grado sin precedentes de acción a favor de los grandes ciudadanos de nuestro país», dijo Trump el jueves en conferencia de prensa. «Otra vez lo digo: nunca ha habido una presidencia que haya hecho tanto en tan poco periodo de tiempo».

Todo eso es música para los oídos de sus seguidores, quienes lo enviaron a Washington a trastocar y cambiar drásticamente el orden establecido.

«No puedo creer que exista realmente un político que haga lo que dice que hará», opinó Scott Hiltgen, vendedora de muebles de 66 años y partidaria de Trump. «Eso nunca pasa», agrega la residente de River Falls, Wisconsin.

Trump lo ha hecho. Aunque posiblemente haya más fuerza y furia que sustancia en muchas de sus primeras acciones.

Eligió al juez Neil Gorsuch para reemplazar al fallecido Antonin Scalia en la Corte Suprema, una nominación que ha atraído fuertes críticas, incluso por parte de los conservadores.

Mientras, el presidente se está reenfocando en la inmigración después de que los jueces federales bloquearon el decreto que prohibía la entrada al país a refugiados y a visitantes de siete países de mayoría musulmana, lo cual causó caos a viajeros en todo el mundo. Algunas otras de sus órdenes en asuntos como la frontera con México y la modificación a la ley de salud que impulsó Barack Obama son de efecto limitado.

Trump dice que sus primeras acciones muestran que está cumpliendo las promesas que hizo en campaña.

«Mucha gente dice ‘oh, oh, Trump solo estaba bromeando con lo del muro»’, dijo hace poco el presidente a un grupo de jefes de policía. «No estaba bromeando. No lo estaba».

Sin embargo, el Congreso —donde los republicanos son mayoría— sigue esperando detalles de cómo procederá Trump legalmente en las iniciativas principales, como el reemplazo de la ley de salud, el recorte de impuestos y la reestructuración de tratados comerciales.