New York, RDHerald.- Cientos de comunitarios, entre ellos familiares directos recordaron como cada año ayer domingo 25 de marzo a las 87 víctimas fatales del incendio intencional de la discoteca Happy Land en El Bronx, en el que murieron quemados numerosos dominicanos, hondureños garífunas y boricuas, cuando el cubano Julio González, rechazado por una de las taquilleras del negocio que era su novia, le prendió fuego al lugar.
Una misa, procesión y memorial fueron realizados, mostrando fotos, carteles, flores, oraciones, cánticos y otras alegorías de recordación en el monumento erigido en honor a los muertos situada en la calle Southern Boulevard en el vecindario Soundview de ese condado, donde estaba la discoteca.
La tragedia se produjo el 25 de marzo de 1990 en la noche, cuando cientos de comensales disfrutaban de música y bebidas y muchos celebraban sus cumpleaños.
Es considerada la peor tragedia en un incendio en la historia de la ciudad. Efraín Reyes quien perdió a su padre de 27 años, Casimiro Evo López, en el incendio, dijo que el dolor nunca se pierde, porque muchas vidas se fueron.
El evento fue organizado por la Junta Comunitaria 6, que trabajó con varios estudiantes de El Bronx para renovar y preparar el monumento la semana pasada. Los residentes decoraron las vallas que rodean el memorial con una bandera en honor a cada víctima.
González, un marielito cubano, fue expulsado del club esa noche después de una discusión con su ex novia que trabajaba allí. El pirómano convicto regresó buscando venganza, rociando la gasolina en las paredes y por debajo de las puertas de la discoteca, que no estaba siguiendo la ley de seguridad contra incendios y tenía solo una puerta para salida de emergencia, operando en un sótano donde las víctimas quedaron atrapadas y además, se produjo una embestida por la sobrevivencia.
Docenas intentaron frenéticamente escapar del edificio que tampoco tenía alarmas contra fuegos. La tragedia de Happy Land provocó una investigación en todos los clubes activos e inactivos de toda la ciudad para asegurarse de que ninguno de ellos operara ilegalmente.