Santo Domingo, RD Herald. – Este es el segundo de una serie especial de siete capítulos de análisis editorial preparados para el diario RD Herald, en la que exploraremos con profundidad y equilibrio el complejo escenario político, económico y social que vive hoy América Latina.
A lo largo de esta serie, examinaremos cómo los modelos de gobierno inspirados en la izquierda y la derecha han impactado la región, no desde el fanatismo ni la propaganda, sino desde una mirada seria, comparativa y abierta, que permita al lector formar su propio criterio.
¿qué modelo está logrando realmente mejorar la vida de la gente?
Y al mismo tiempo, identificar los peligros que amenazan tanto a las democracias como a la estabilidad económica y social del continente.
La izquierda latinoamericana ha regresado al poder en varios países con una promesa clara: corregir décadas de desigualdad y devolverle protagonismo a los sectores históricamente olvidados. Su discurso central gira en torno a la justicia social, la redistribución de la riqueza y la protección del Estado frente al mercado.
En países como México (López Obrador), Colombia (Gustavo Petro), Brasil (Lula da Silva) y Chile (Gabriel Boric), esta nueva ola progresista llegó con un mensaje poderoso: “el modelo económico anterior creó riqueza, pero no la distribuyó”. Y no deja de ser cierto: América Latina sigue siendo de las regiones más desiguales del planeta, incluso en países que han crecido económicamente.
¿Dónde acierta esta izquierda?
- Pone en el centro a quienes nunca han estado en la conversación: pobres, campesinos, indígenas, trabajadores informales.
- Reconoce que el mercado por sí solo no resuelve las desigualdades profundas.
- Apuesta por el Estado como un actor activo, no como simple árbitro.
- Amplía derechos sociales: salud, educación, pensiones mínimas, acceso a programas de ayuda.
- Habla de dignidad antes que de cifras macroeconómicas.
Pero el gran reto aparece cuando la emoción choca con la realidad fiscal.
En muchos casos, la izquierda latinoamericana practica más el asistencialismo que el desarrollo productivo. Es decir: subsidia, pero no genera empleo sostenible. Aumenta el gasto público, pero no siempre acompaña con crecimiento o inversión. En algunos casos, se profundiza la dependencia del Estado, en vez de empoderar a las familias para salir del ciclo de pobreza.
- México subsidia millones de estudiantes y adultos mayores, pero su inversión en innovación y crecimiento industrial es limitada.
- Colombia anuncia reformas profundas, pero el clima de incertidumbre espanta inversión.
- Brasil regresa a los programas de ayuda social, pero vuelve a chocar con un desgaste fiscal peligroso.
- Chile, que intentó una “refundación del país”, enfrenta resistencia cuando toca intereses económicos consolidados.
Y en casos extremos como Venezuela, el asistencialismo se convirtió en control político, destruyendo la economía productiva y provocando la migración más grande de la historia moderna del continente.
¿El dilema central?
Cuando la izquierda entiende la pobreza como razón para transformar… mejora una nación.
Cuando entiende la pobreza como excusa para eternizarse en el poder… la destruye.