Caracas, RD Herald. – En las últimas semanas, la relación entre Venezuela y Estados Unidos ha experimentado una marcada escalada de confrontación diplomática, militar y simbólica. Lo que comenzó como operaciones contra el narcotráfico ha derivado en decretos con poderes especiales, amenazas de estados de emergencia y acusaciones de agresión no declarada.
Operaciones contra embarcaciones y reacciones
El conflicto se intensificó cuando Washington anunció que varias embarcaciones vinculadas presuntamente al narcotráfico venezolano fueron atacadas en el Caribe. En uno de los episodios más sensibles, el gobierno estadounidense realizó un “kinetic strike” contra un bote en aguas internacionales, resultando en la muerte de al menos 11 personas, bajo la justificación de que el barco estaba transportando drogas hacia EE. UU.
El gobierno de Caracas denunció el hecho como una agresión a su soberanía y calificó los ataques como parte de una estrategia de cambio de régimen.
Decreto con poderes especiales y advertencias presidenciales
En respuesta a la creciente presión, el presidente Nicolás Maduro firmó un decreto que le otorga facultades de seguridad ampliadas en caso de una intervención militar extranjera. Dicho decreto permite la movilización de las Fuerzas Armadas, así como el control sobre servicios públicos y la industria petrolera por 90 días—with posibilidad de renovación. Reuters
La vicepresidenta Delcy Rodríguez advirtió que Venezuela está lista para declarar un estado de emergencia si EE. UU. lanza acciones militares, lo que implicaría nuevas facultades para el Ejecutivo y la militarización de ciertos espacios estratégicos.
Movilización militar y ejercicios de defensa
El Ejecutivo venezolano respondió con maniobras para reforzar su presencia militar en zonas marítimas y fronterizas. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, anunció la movilización de miles de efectivos en operaciones marítimas antinarcóticos y patrullajes de soberanía.
Maduro también incrementó la retórica de defensa nacional, afirmando que el país enfrenta una “guerra no declarada” contra amenazas externas, aunque EE. UU. sostiene que sus acciones están orientadas al combate del crimen transnacional.
Sanciones, competencia petrolera y geopolítica
En materia económica, EE. UU. impuso sanciones escaladas y nuevas medidas arancelarias contra países que importan petróleo venezolano, como parte de una estrategia de presión sobre el régimen de Maduro.
A nivel global, Caracas ha fortalecido su vinculación con aliados tradicionales como Rusia y China, buscando respaldo diplomático y cooperación estratégica en medio de las tensiones.
Cooperación regional y denuncias diplomáticas
El Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela denunció que EE. UU. busca apropiarse de sus recursos naturales mediante acciones militares disfrazadas de lucha contra el narcotráfico. Al Jazeera
El régimen bolivariano también denunció un incidente reciente en que un buque pesquero venezolano fue interceptado por una sofisticada embarcación militar estadounidense, reteniendo la tripulación por varias horas dentro de la zona económica exclusiva. Caracas calificó el hecho como “ilegal y hostil”.
Riesgos e incógnitas
La situación no carece de riesgos. Analistas internacionales advierten que los ataques contra embarcaciones podrían violar normas del derecho internacional si no se evidencian cargos claros o derechos de defensa.
Asimismo, la militarización simbólica y real del conflicto aumenta la posibilidad de errores operativos, incidentes fronterizos o escaladas imprevistas.
Para Venezuela, el desafío ahora es sostener su narrativa de soberanía en medio de presión externa, mientras mantiene apoyo interno en un momento de crisis económica y social. Para EE. UU., la estrategia es doble: golpear redes criminales y proyectar poder en el Caribe, aunque con el riesgo de entrar en confrontaciones diplomáticas o militares de alto costo.